Erase una vez un bonito país donde las gentes convivían con una cultura muy arraigada y respetada, con un solo idioma y la adoración a su Dios.
Tenían un líder que se mantenía al margen porque todo funcionaba bien y poco había que hacer.
Un día llegó un caminante de otras tierras llevando consigo otra cultura y el país se dividió; unos siguiero muy de cerca esa cultura por curiosidad, pero otros vieron como la suya iba en decadencia.
Unos meses despues llegaron dos caminantes al país con una lengua diferente, y las gentes del lugar se volvieron a dividir; unos por afán de conocimientos y otros porque su idioma perdió poder.
Meses más tarde llegó una familia de caminantes al país adoradores de otro Dios dispuestos a trabajar las tierras, los ciudadanos de este país se dividieron de nuevo: unos siguieron otra vocación, miéntras otros observaban impasibles como su país dividido difería en silencio perdiendo sus raíces.
El líder del país no sabía que hacer y se mantuvo indiferente ante la situación.
La vida en ese país cambió y se dividió. La cultura nueva se hizo fuerte, el idioma desapareció y ya no se sabía que Dios era mejor.
Un día amaneció oscuro para este país, las tierras no habías descansado y había más manos que las trabajaran y bocas con hambre, que suficiente producción.
Ante aquella rebelión de masas el líder se vio en una encrucijada sin saber que hacer y el país siguió tambaleándese hasta que la estructura, tan firme y furte de antaño, cedió como en la Torre de Babel.
Este país se llamaba España.
Escrito por Wanda Gil